Luego
llegó el momento en el que por fin entendí la naturaleza de
nuestros desencuentros
y la terrible dificultad que teníamos para coincidir en la vida y
sus variantes; esa sistemática disfunción de nuestro deseo de
coincidirnos en los aspectos más irrelevantes de la vida que
terminaba por convertirse en la fuente de nuestro continuo continuar
continuamente sin continuarnos.
Y ya no sé si es porque cuando llegué a estas y otras conclusiones llegaba también un adelanto de la primavera y la vida me parecía en su mínima constitución estructuralmente geométrica pero creí desde entonces y durante mucho tiempo que existíamos irremediablemente paralelos por la cotidianidad.
Y ya no sólo por esa arista que se levantaba entre nuestras respectivas reservas a aceptar ciertas obviedades sino sobre todo por la relevancia que tuvo desde el principio esa enorme dificultad que teníamos para estar solos, ese extraño pinzamiento del alma cuando por casualidad nos encontrábamos en nuestro constante devenir o cuando una desbandada inapropiada de amigos o de gente en general nos dejaba desoladoramente solos en nuestro no saber estarlo.
Y entonces sí se hacía evidente e innegable para ambos este gran problema de nuestra forma de vivir a la que al final de la jornada ninguno de los dos acertaba a defender con cualquier argumento medianamente válido o simplemente no ridículo ante nuestros respectivos conocidos cuando nos preguntaban qué carajo nos aportaba todo esto.
Y ya no sé si es porque cuando llegué a estas y otras conclusiones llegaba también un adelanto de la primavera y la vida me parecía en su mínima constitución estructuralmente geométrica pero creí desde entonces y durante mucho tiempo que existíamos irremediablemente paralelos por la cotidianidad.
Y ya no sólo por esa arista que se levantaba entre nuestras respectivas reservas a aceptar ciertas obviedades sino sobre todo por la relevancia que tuvo desde el principio esa enorme dificultad que teníamos para estar solos, ese extraño pinzamiento del alma cuando por casualidad nos encontrábamos en nuestro constante devenir o cuando una desbandada inapropiada de amigos o de gente en general nos dejaba desoladoramente solos en nuestro no saber estarlo.
Y entonces sí se hacía evidente e innegable para ambos este gran problema de nuestra forma de vivir a la que al final de la jornada ninguno de los dos acertaba a defender con cualquier argumento medianamente válido o simplemente no ridículo ante nuestros respectivos conocidos cuando nos preguntaban qué carajo nos aportaba todo esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario