martes, 5 de marzo de 2013

Spleen


Hay días en los que la tierra huele a soledad y el asfalto a causas perdidas.
El cielo viene de otros tiempos y entre yo y el mundo se alza un silencio sordo de aire tibio.
Los recuerdos asedian desde el gris de las nubes como amenazando con volver para desmontarte la vida.
Y lo tendrían fácil,
ni siquiera sostenerse tan a media altura, un dejarse caer desolador e irrefrenable.
Sin embargo no es lo horrible saber que el pasado puede desparramarse sobre ti e inundarte la vida de nuevo; lo terrible es notar tus pies hundidos en la tierra y las manos arañando el asfalto y un grito de ayuda que se entibia enmudecido bajo el aire.


lunes, 4 de marzo de 2013

El traje


Admíteme ahora que ya no nos debemos nada
que te va a resultar en extremo difícil
encontrar un traje que te siente por lo menos
la mitad de bien que te sentaba mi amor.


Se ajustaba a tus mañanas
con una naturalidad sorprendente
y realzaba tus victorias
sin ningún reparo,
te hacía los hombros así,
dignos y bastante apetecibles
y no digamos cómo se ceñía a tus brazos
o te marcaba los abdominales
que no han vivido mejor época
que al resguardo de esa camisa.
Y cómo dignificaba tus malos días

e igualaba tus valores a los míos;
cómo por arte de quererte te parecías
cada día un poquito más a quien yo quería
a la orilla de ese traje.
Pero no se trataba sólo
de lo guapo que estabas con él puesto,
también te protegía del viento y de la soledad
y eso que era bastante barato,
te costó sólo el acostumbrarte a llevarlo.
Y por no hablar de lo bien que disimulaba tus derrotas,
volvías siempre de la vida satisfecho,
y eso que por lo que sé no tenías motivos.


Aún con todo ahora parece bastante lógico,
viéndolo ahí colgado cómo nos mira
evidenciando lo ajeno que me resultas sin él,
que dejaras un día de ponértelo,
pues la cotidianidad de su uso 
terminó por desgastarle el brillo
y algún que otro estirón al ponértelo
le había desgarrado las costuras.

Visto así no parece nada extraño,
todos desgastamos los trajes y los zapatos,
pero si te digo que ese traje no es sólo ese traje
sino todo lo que fuimos
entenderás al fin cómo y cuánto
te he querido.

viernes, 1 de marzo de 2013

“Un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura”



Me lleno la cabeza de estas y otras ideas absurdas de un pibe llamado Horacio Oliveira y me convenzo aunque no debiera de que tiene razón y de que la literatura es eso, un jazz a medias y un vodka entero y si hay suerte lluvia en la ventana y no hablar de Flaubert como si de verdad lo conociera o hacer que tengo ochenta y uno y no dieciocho años y que la historia ha pasado por mi y que la conozco por eso y no porque me la haya contado un payaso o mi profesor que para el caso patatas y otros tubérculos. Y que la literatura sólo la entendemos como la jazzología, una ciencia “facilísima después de las cuatro de la mañana. Desaconsejable para señores y clérigos”, a fuerza de desparramarse y mostrarse receptivo y esponjoso en una manta esquimal, y en una esquina bebido por completo con la Maga en un horizonte bastante lejano por el humo y el vodka, y hacerse esas preguntas de Vicente Gallego y seguro resolverlas aunque no tengan ningún sentido pero por lo menos buscarles respuesta y no aprender unas posibles que ojo como discutas y ojo como alteres y ojo porque suspendes.
Me retiro pues al estudio figurativo y contemplativo de este arte porque hay mamá como pretendas perder el tiempo en entenderlo.