"Nos conocían como
los chicos de pelo largo. Estábamos desilusionados y mimados. La prensa nos
llamaba la generación perdida. Superficialmente éramos egoistas y egocéntricos.
La guerra no pedía héroes, pero nos dió la oportunidad de demostrarnos a nosotros
mismos y al mundo que aunque fuésemos indisciplinados, estábamos a la altura de
las juventudes dogmatizadas de Hitler."